julio 25, 2008

Aníbal y las antorchas

Durante la segunda guerra Púnica (219-202 a C), el gran general cartaginés Aníbal devastaba todo en su marcha sobre Roma. Aníbal era conocido por su perspicacia y su ambigüedad, bajo su liderazgo, el ejército de Cartago, aun siendo menos numeroso que el romano, siempre conseguía superarlos.

Sin embargo, en cierta ocasión, los exploradores de Aníbal cometieron un terrible error, llevaron las tropas a un terreno pantanoso, con el mar a sus espaldas. El ejército romano cerco los pasos de montaña que llevaban al interior del país; el general Fabio, estaba optimista, ya que por fin había logrado atrapar a Aníbal, apostó sus mejores centinelas en los pasos y elaboró una estrategia para destruir las fuerzas cartaginesas; pero en medio de la noche, los centinelas vieron un espectáculo lleno de misterios: una enorme procesión de luces trepaba por la montaña, eran miles y miles de luces; si aquello que veían era el ejército de Aníbal, daba la impresión como si de repente se hubiera centuplicado.

Los centinelas discutieron acaloradamente sobre que era todo aquello… ¿sería que el ejército cartaginés había recibido refuerzos desde el mar?, ¿Había tropas ocultas en la zona que no contemplaron?; ¿Eran fantasmas?... Al parecer, ninguna explicación tenía sentido. De pronto, mientras los centinelas romanos observaban y continuaban su discusión, la montaña se colmó de fogatas, al mismo tiempo que un espantoso ruido, como si fuera el resonar de miles de cuernos, llegaba desde el valle. Convencidos que se trataba de demonios, los más valientes y prudentes centinelas del ejército romano, huyeron aterrados abandonando sus posiciones.

Al día siguiente, Aníbal había logrado escapar de aquella trampa y del asedio romano. ¿Cuál había sido su estrategia? Fue muy simple, ordenó que ataran fajos de ramas secas a los cuernos de los bueyes que viajaban con sus tropas como animales de carga y los encendieran; así, iban a dar la impresión de miles de antorchas llevadas por un enorme ejercito que subía por la montaña. Cuando las llamas tocaron la piel de los animales, estos se dispersaron en todas direcciones, mugiendo aterrados e incendiando toda la ladera, logrando estremecer al ejército romano.

La clave del éxito de Aníbal, no estaba en las antorchas ni en las fogatas ni en los ruidos aterrados de los bueyes, sino en que Aníbal creó un enigma con el que capturó la atención de los centinelas romanos y fue aterrándolos poco a poco.

Un consejo: Puedes buscar llamar la atención a cualquier precio, incluso puedes generar temor al hacerlo; pero ten en cuenta que antes de tomar una decisión, debes asegurarte que es la correcta, de lo contrario, lo puedes pagar caro.

Recuerda…

Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.

La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Proverbio árabe

Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell

Ilustración: Mattew Stawicki

julio 11, 2008

Mokèlé-mbèmbé

El Mokèle-mbèmbé (en lingala "el que detiene los ríos"), también conocido como mbulu-embembe en Camerún; nyamala y amali en Gabón, es una bestia común de la mitología de varias culturas del África Central. Mayoritariamente se la ubica en los pantanos del río Likouala-aux-Herbes en la República Popular del Congo.

Los relatos y la tradición oral de varias tribus africanas lo describen como un animal de color gris pardo, de tamaño superior al de un elefante, de unos 4 a 6 metros de alto y 5 a 10 metros de largo; que tiene el cuello largo y flexible y un solo diente, aunque muy grande; otros relatos aseguran que se trata de un cuerno. Hay quienes hablan de una cola musculosa como la de un caimán. Se dice que vive en los ríos y trepa a las orillas en pleno día para buscar alimento y que su dieta estaría compuesta principalmente por vegetales, aunque hay reportes que dicen que cazarían humanos e hipopótamos. Sus huellas se parecen a las del hipopótamo, aunque son mayores y palmeadas; según algunos exploradores, son circulares, del tamaño de una sartén, con tres dedos.

Las historias sobre el Mokèlé-mbèmbé son aparentemente un antiguo componente de la tradición oral de varias tribus africanas, entre ellas la de los Pigmeos. Los pescadores nativos muestran una especial aversión a ciertas zonas pantanosas en donde se cree habita la criatura, en vista de su presunta habilidad para cazar humanos.

Hace poco tiempo, se dio a conocer un relato que describe una supuesta matanza en 1960, de un ejemplar de Mokèle-mbèmbé en las cercanías del Lago Télé. Según esta historia, un grupo de pigmeos de la zona pantanosa del Likouala construyó una pared para mantener a estas criaturas a raya. Una de ellas pudo atravesar la barrera, lo que originó la feroz respuesta de los nativos. William Gibbons señala: "El Pastor Thomas, quien conocía a los nativos, también mencionó que dos pigmeos imitaron los gritos del animal mientras era atacado y lanceado... más tarde se celebró un festín por la victoria, durante el cual partes del animal fueron cocinadas y consumidas. Sin embargo, aquéllos que participaron de la fiesta, eventualmente murieron, ya fuera por envenenamiento alimenticio o por causas naturales. En todo caso, debe subrayarse que los pigmeos rara vez viven más de 35 años, y que las mujeres de la etnia dan a luz desde los doce años. Algunas personas también creen que la mitificación relacionada con el Mokele-mbembes fue la que empezó con este incidente." (Sic)

La existencia de este extraño animal en las regiones pantanosas del corazón de África, es hoy un secreto a voces, como las de los nativos para los que su existencia está fuera de toda duda; como así también para los pocos occidentales que han podido ver a este excepcional animal, como el escritor y naturalista inglés Ivan T. Sanderson quien pudo ver en 1932 a esta criatura en una de sus expediciones por la pantanosa zona del río Mainyu, en el África ecuatorial occidental; el explorador, cuenta que se encontraba navegando junto con sus compañeros, cuando de una cueva cercana surgió un ruido ensordecedor y según relata él mismo: “vimos cómo algo enorme se levantó frente a nosotros, convirtiendo el agua en espuma, la cabeza negra de un animal semejante a una enorme foca, aunque mucho más ancha que larga”.

En 1982, el doctor Roy Mackal, de la Universidad de Chicago, organizó una exploración de la zona norte del lago Likouala, donde encontraron las huellas de un animal desconocido pero de tamaño superior a las de un elefante. Otra expedición de científicos de la universidad de Brazzaville: repitió pocos meses después el intento, y en esta ocasión, el biólogo Marcellín Agnagna y su equipo se encontraron frente a frente con ese animal. Se trataba de una especie con aspecto distinto a cualquier otra conocida hoy en día, y con una morfología muy similar a la de un gran dinosaurio saurópodo que, parecía surgido del Mesozoico, período del secundario en que los grandes saurios dominaban la Tierra.

Una de las últimas exploraciones la realizó un equipo de japoneses, entre marzo y abril de 1988, algunos de los cuales habían participado con anterioridad en otros viajes a la zona. Las marismas del lago Telle, en la misma región de Likouala fue el terreno elegido para realizar la expedición; numerosos lugareños habían testificado sobre su contacto directo con el monstruo. Uno de ellos afirmó haberlo visto entrar en el lago apenas un mes antes, y otro, un cazador de elefantes llamado Inmanuel Mongoumelo, dice que lo vio en los ríos Sanga y Bai, que están conectados con el lago Telle. Incluso varios de los ancianos de la aldea recuerdan que, a principios de siglo, una de estas criaturas fue cazada por los pigmeos de la cercana zona de Oumé.

Esta sospecha de que en algunas zonas apartadas del continente africano hay un extraño y enorme animal de costumbres anfibias no es algo reciente. Uno de los grandes exploradores y cazadores del pasado siglo, Alfred Aloysius Horn, cuenta que: "Las huellas de la bestia eran del tamaño de unas grandes sartenes, pero con tres enormes garras", al poder ver personalmente las pisadas de un desconocido animal que los indígenas del Camerún llamaban Jagonini, (buceador gigante); pero, también podría ser el caso, que el Mokèle-mbèmbé sea simplemente un mito persistente. En tal sentido, Hans Schomburgk, cazador de comienzos del siglo XX que fue contratado por Carl Hagenbeck para que capturara algunos ejemplares para su parque zoológico de Hamburgo, juzgó que: "Los nativos que desean complacer al visitante blanco y al mismo tiempo esperan alguna recompensa valiosa están demasiado dispuestos a garantizar que conocen un animal de piel azul, seis patas, un solo ojo y cuatro colmillos. El tamaño de la bestia dependerá de quien lo pregunte. El nativo dirá lo que cree que el hombre blanco desea escuchar". (Sjögren, 1980)

Recuerda…

Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.

Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego.
Proverbio árabe

Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell

Ilustración: Les Edwars

julio 04, 2008

La Caja de Pandora

Según el mito griego, Pandora (que en griego significa "todos los dones") fue la primera mujer mortal que dio Zeus a los hombres, como parte del castigo impuesto a Prometeo, cuando este lo engañó y robó el fuego sagrado (las semillas de Helios) a los dioses y se lo entregó a los hombres.

Prometeo, hijo de Japeto y Clímene y hermano de Atlante, Menecio y Epimeteo, le prohíbe a éste último que reciba regalos de Zeus; pero Epimeteo al ver la belleza de Pandora no pudo contenerse, y enamorándose de ella, la aceptó como esposa.

Zeus enfurecido por lo hecho por Prometeo, ordenó la creación de una mujer que fue llenada de virtudes por diferentes dioses;
Hefesto (dios del fuego) la moldeó de arcilla y le dio la chispa de la vida; Palas Atenea (diosa de la sabiduría) le dio su ceñidor y la engalanó. Cada dios le otorgó a Pandora una cualidad como la belleza, la gracia, la persuación, y la habildad manual, entre otras; pero Hermes (mensajero de los dioses e intérprete de la voluntad divina) puso en su corazón la mentira y la falacia.

Zeus le dio el nombre de Pandora (la mujer de todos los dones) y le regaló una ánfora (la expresión «
caja de Pandora» en lugar de jarra o ánfora es una deformación renacentista) que contenía todos los males, advirtiéndole que nunca debía abrirla. Pandora a penas la vio, la abrió liberando a todas las desgracias humanas (la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la tristeza, la pobreza, el crimen, etc.). Para cuando logró cerrar la jarra, lo único que quedaba adentro era la esperanza, por lo que los humanos no la recibieron.

Según Los Trabajos y Los Días de Hesíodo, de este mito proviene la expresión “abrir la ánfora de Pandora”, y en esta tradición, Pandora representa la perdición de la humanidad al igual que Eva. Pero de acuerdo con otra costumbre, el ánfora contenía todos los bienes y Zeus se la entrega a Pandora, para que se la regale a Epimeteo el día de su boda, pero ella la abrió imprudentemente, y todos los bienes se escaparon y volvieron al Olimpo (lugar donde viven los dioses), dejando a los hombres afligidos por todos los males, con el único consuelo de la esperanza; de ahí viene la expresión: la esperanza es lo ultimo que se pierde.

Este es un pequeño relato hallado al pasar, de lo sucedido en aquella ocasión que, quizá no refleje con severidad lo ocurrido, pero resulta interesante si uno se imagina siendo parte de la historia…

Cierto día, el poderoso Zeus, furioso por lo hecho por Prometeo cuando robó las semillas de Helios, y viendo que los hombres se habían vuelto malvados y soberbios, decidió castigarlos, y llamando a su hijo Hefesto, le ordenó:

- Hefesto! Necesito que me crees rápidamente una mujer.

El dios de fuego, que había llegado distraído hasta el trono de su padre, se sobresaltó al oír aquello. Y exclamó:

- ¡Crear una mujer!

Pero, ante la insistencia de Zeus, Hefesto, obediente, empezó a fabricar la mujer que su padre le pedía con tanto interés; la modeló hábilmente de arcilla hasta hacerla en todo semejante a las bellísimas diosas. Finalmente, le dio por alma una chispa de fuego divino que ardía en el Olimpo.

Afrodita acudió para admirarla y le dio belleza, mientra que la diosa de la sabiduría, Palas Atenea, le regaló un cinturón de perlas, un vestido de púrpura y piedras preciosas; asimismo la bella y dulce Venus esparció sobre la cabeza de la recién creada doncella las más exquisitas virtudes femeninas; mientras las Gracias, las Charites y las Horas le adornaban el pecho y los brazos con joyas refulgentes y guirnaldas de flores perfumadas; también Hermes, el mensajero de los dioses, le dio la palabra fácil y el ingenio rápido, esto es que puso en su corazón la mentira y la falacia.

Zeus, por ultimo le ofreció su regalo a la bellísima mortal antes de enviarla entre los hombres y le dijo:

- Te doy el nombre de Pandora, ¡Oh, graciosa doncella! Tu nombre significa la mujer “de todos los dones”. A los que acabas de recibir añado éste mío. Se trata de ésta ánfora que llevarás contigo cuando bajes a la Tierra. Contiene todos los males que pueden hacer llorar, sufrir y destrozar a los hombres. Guárdate, pues, de abrirlo por nada del mundo. Si lo hicieras, los males se esparcirían por la Tierra, mientras que aquí permanecerán encerrados, eternamente presos, sin que puedan perjudicar a nadie.

La mujer recién creada, acogió con gratitud el don de Zeus y sobre un magnífico carro descendió a la Tierra.

La curiosidad de Pandora, poco a poco empezó a inquietar su pensamiento. ¿Qué contenía el precioso regalo de Zeus? ¿Todos los males? ¿Y si la abriese apenas un poquito y mirase con precaución para ver cómo eran?

Pandora destapó el ánfora e inclinó el rostro hacia la breve abertura, pero tuvo que apartarse rápidamente, presa del mayor espanto. Un humo denso, negro, acre, salía en enormes espirales, mientras miles de horribles fantasmas se dibujaban en aquellas tinieblas que invadían el mundo y oscurecían el Sol.

Eran todas las enfermedades, todos los dolores, todas las fealdades y todos los vicios. Todos ellos, rápidos, incontenibles y violentos, salían del ánfora irrumpiendo en las tranquilas vidas de los hombres.

En vano, Pandora trataba afanosamente de cerrarla, de cortar el paso a los males, de remediar el desastre. El Destino inexorable se cumplía y desde entonces la vida de los hombres fue desolada por todas las desventuras desencadenadas.

Cuando todo el humo denso se esfumó en el aire y el ánfora parecía vacía, Pandora miró al interior y vio todavía un gracioso pajarillo de alas tornasoladas. Era la esperanza.

Se apresuró a cerrarla impidiendo así que la esperanza se escapara al igual que todo lo que había contenido en su interior.

De ésta manera se conserva guardada en el rincón más profundo del corazón, la Esperanza de los hombres.

Recuerda…

Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.

Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa.
Proverbio chino

Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell

Ilustración: Boris Vallejo