La tarde del 15 de agosto, era una de esas típicas previa a la primavera, soleada y templada. Matías, que esa misma noche partía hacia la ciudad de El Calafate, en la Provincia de Santa Cruz, en la Patagonia Argentina; recién terminaba de preparar las valijas.
Eran ya las 15:30 cuando se dispuso a tomar una ducha como para relajar la tensión previa al viaje que debía emprender en aproximadamente cuatro horas.
Al salir de baño, aun envuelto en el tallón que dejaba al descubierto el torso y secándose la cabeza con una toalla de mano pensó: -Que viaje! Va a ser agotador!-, y no se equivocaba porque en verdad seria agotador y largo, algo más de 24 hs en ómnibus para atravesar toda la Patagonia y recorrer cerca de 3.000 Km. cansan a cualquiera. Además, serian esos mismos 3.000 Km. los que lo separarían de “su gente” como solía decir, de sus amigos, sus familiares y su novia; e incluso lo separaría de esa ciudad tan particular que lo vio nacer casi tres décadas atrás, y a la cual ya comenzaba a extrañar.
Tan solo un año estaría fuera de su ámbito cotidiano, emprendiendo un nuevo desafío, una nueva etapa en su vida, tratando de comenzar a trabajar por un futuro mejor en el recóndito sur del país; era esta, una oportunidad única que no podía ni debía dejar pasar, ya que le reportaría un muy buen dinero como para volver, establecerse definitivamente y casarse con Virginia.
En tanto se empezaba a vestir lo mas cómodo posible, pero no por eso dejando de lado su buen y refinado gusto pensaba -Es la oportunidad de mi vida! El turismo siempre reporta buen dinero- Así fue que eligió la mejor ropa que tenia, un traje color gris perla con finas rayas verticales un tono más claro de gabardina, una camisa de seda blanca y corbata roja; los zapatos eran de cocodrilo negro, se los había regalado Virginia un mes atrás, y mientras se vestía, se decía: -Seguramente se estropeara con el viaje, pero no importa tengo que recibir a Gonzalo y esta reunión es importante, y en todo caso en Bahía Blanca me cambio-.
Era obvio que en ese momento no le importaba tanto la ropa porque a las cuatro y media venia a verlo Gonzalo Cassenabe, el gerente de la compañía para ultimar detalles, y luego cerca de las cinco lo pasaban a buscar su amigo Federico con la novia, Soledad, he irían a tomar algo junto con Virginia, a una confitería en el barrio de San Telmo para brindar por el viaje. De ahí, cerca de las siete y media pasaría a despedirse de su madre que vivía cerca, y por ultimo, cerca de las 21:00 hs., llegaría hasta la terminal de ómnibus para emprender el viaje.
Habiendo terminado de vestirse, se dirigió a la cocina a preparar café cuando llego Gonzalo; lo recibió, charlaron sobre el trabajo y todo lo referente a su estadía en el sur y luego se marchó. Matías se relajo, se sirvió otro café, encendió la radio y se sentó en el sillón de cuero del comedor, prendió un cigarrillo y comenzó a releer las floreadas y perfumadas cartas que le entregara cada tanto Vir, como él la llamaba; cartas con dibujitos por doquier donde le hablaba del amor que sentía por él, de alegrías, de sueños, de proyectos; ella era tan sentimental!
Tan metido en eso estaba que se sobresaltó cuando oyó sonar el teléfono; tranquilo se levantó, atendió y no le contestaron; no le dio mucha importancia al asunto y volvió a sentarse en el sillón -ya se volverá a comunicar, quien quiera que sea- pensó. Y efectivamente así sucedió, y esta vez tampoco le contestaron, aunque no se oyó que la comunicación se cortara -Hola, hola, hola!!!- cortó con brusquedad -ma si- dijo -al cuerno, si no queres hablar para que llamas y sino marca bien el número-, y siguió en lo suyo, porque era mucho más emotivo leer las cartas de Vir que preocuparse por un bobo en el teléfono.
Fue hasta a la cocina a dejar la taza de café vacía y al llegar, nuevamente sonó el teléfono; atendió y por tercera vez no le respondieron, ahora si comenzó a preocuparse, -seria Fede o Vir o mi vieja- pensó y al instante empezó a llamarlos. María Rosa, la madre, le dijo que no lo había llamado y que lo esperaba; Fede que se había retrasado y que pasaba a buscar a Virginia y lo veía en la confitería y en lo de Vir daba ocupado; asíque se relajó un instante pensado que quizás fuera Gonzalo con alguna otra cuestión del trabajo, por lo que se sentó a esperar que sonara nuevamente, pero cuando volvió a sonar nadie volvió a responder.
-Esto es una joda de mal gusto- dijo y cortó, pero una vez mas sonó el teléfono y esta vez, levantó la bocina y se quedó en silencio como esperando a ver si del otro lado alguien decía algo, pero nada se oía y corto propinado un insulto irrepetible, al tiempo que su paciencia ya había llegado al limite.
Eran ya las 15:30 cuando se dispuso a tomar una ducha como para relajar la tensión previa al viaje que debía emprender en aproximadamente cuatro horas.
Al salir de baño, aun envuelto en el tallón que dejaba al descubierto el torso y secándose la cabeza con una toalla de mano pensó: -Que viaje! Va a ser agotador!-, y no se equivocaba porque en verdad seria agotador y largo, algo más de 24 hs en ómnibus para atravesar toda la Patagonia y recorrer cerca de 3.000 Km. cansan a cualquiera. Además, serian esos mismos 3.000 Km. los que lo separarían de “su gente” como solía decir, de sus amigos, sus familiares y su novia; e incluso lo separaría de esa ciudad tan particular que lo vio nacer casi tres décadas atrás, y a la cual ya comenzaba a extrañar.
Tan solo un año estaría fuera de su ámbito cotidiano, emprendiendo un nuevo desafío, una nueva etapa en su vida, tratando de comenzar a trabajar por un futuro mejor en el recóndito sur del país; era esta, una oportunidad única que no podía ni debía dejar pasar, ya que le reportaría un muy buen dinero como para volver, establecerse definitivamente y casarse con Virginia.
En tanto se empezaba a vestir lo mas cómodo posible, pero no por eso dejando de lado su buen y refinado gusto pensaba -Es la oportunidad de mi vida! El turismo siempre reporta buen dinero- Así fue que eligió la mejor ropa que tenia, un traje color gris perla con finas rayas verticales un tono más claro de gabardina, una camisa de seda blanca y corbata roja; los zapatos eran de cocodrilo negro, se los había regalado Virginia un mes atrás, y mientras se vestía, se decía: -Seguramente se estropeara con el viaje, pero no importa tengo que recibir a Gonzalo y esta reunión es importante, y en todo caso en Bahía Blanca me cambio-.
Era obvio que en ese momento no le importaba tanto la ropa porque a las cuatro y media venia a verlo Gonzalo Cassenabe, el gerente de la compañía para ultimar detalles, y luego cerca de las cinco lo pasaban a buscar su amigo Federico con la novia, Soledad, he irían a tomar algo junto con Virginia, a una confitería en el barrio de San Telmo para brindar por el viaje. De ahí, cerca de las siete y media pasaría a despedirse de su madre que vivía cerca, y por ultimo, cerca de las 21:00 hs., llegaría hasta la terminal de ómnibus para emprender el viaje.
Habiendo terminado de vestirse, se dirigió a la cocina a preparar café cuando llego Gonzalo; lo recibió, charlaron sobre el trabajo y todo lo referente a su estadía en el sur y luego se marchó. Matías se relajo, se sirvió otro café, encendió la radio y se sentó en el sillón de cuero del comedor, prendió un cigarrillo y comenzó a releer las floreadas y perfumadas cartas que le entregara cada tanto Vir, como él la llamaba; cartas con dibujitos por doquier donde le hablaba del amor que sentía por él, de alegrías, de sueños, de proyectos; ella era tan sentimental!
Tan metido en eso estaba que se sobresaltó cuando oyó sonar el teléfono; tranquilo se levantó, atendió y no le contestaron; no le dio mucha importancia al asunto y volvió a sentarse en el sillón -ya se volverá a comunicar, quien quiera que sea- pensó. Y efectivamente así sucedió, y esta vez tampoco le contestaron, aunque no se oyó que la comunicación se cortara -Hola, hola, hola!!!- cortó con brusquedad -ma si- dijo -al cuerno, si no queres hablar para que llamas y sino marca bien el número-, y siguió en lo suyo, porque era mucho más emotivo leer las cartas de Vir que preocuparse por un bobo en el teléfono.
Fue hasta a la cocina a dejar la taza de café vacía y al llegar, nuevamente sonó el teléfono; atendió y por tercera vez no le respondieron, ahora si comenzó a preocuparse, -seria Fede o Vir o mi vieja- pensó y al instante empezó a llamarlos. María Rosa, la madre, le dijo que no lo había llamado y que lo esperaba; Fede que se había retrasado y que pasaba a buscar a Virginia y lo veía en la confitería y en lo de Vir daba ocupado; asíque se relajó un instante pensado que quizás fuera Gonzalo con alguna otra cuestión del trabajo, por lo que se sentó a esperar que sonara nuevamente, pero cuando volvió a sonar nadie volvió a responder.
-Esto es una joda de mal gusto- dijo y cortó, pero una vez mas sonó el teléfono y esta vez, levantó la bocina y se quedó en silencio como esperando a ver si del otro lado alguien decía algo, pero nada se oía y corto propinado un insulto irrepetible, al tiempo que su paciencia ya había llegado al limite.
-Esta pavada no puede arruinar el día- se dijo, y fue a la cocina a calentar otro café; volvió al comedor, tomo las cartas de virginia para guardarlas, se las iba a llevar en el viaje junto a unas cuantas fotos; fue hasta la mesa cuando el teléfono sonó tres veces y cortó. No podía entender que era lo que pasaba, ya estaba entre furioso y preocupado, se acerco al teléfono y justo cuando lo tenía al alcance de la mano volvió a sonar…
- Hola, quien quiera que sea, deja de jo…
- Se quema el café - respondieron y cortaron.
Matías quedo atónito, cortó y fue a la cocina y efectivamente, el café esta hirviendo; las burbujas sobresalían del pico de la cafetera y ensuciaban todo el blanco del aparato de cocinar; apagó la hornalla, la más grande, e intentó retirar la cafetera de aluminio con un repasador un tanto húmedo y al levantarla, se le resbaló de la mano por el calor y cayó, saltando la tapa hacia el saco de gabardina y casi todo el café sobre el pantalón del traje y parte de la camisa.
Continuará...
El Viaje de Matías (2ª parte)
Recuerda…
Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.
La muerte no es más que un sueño y un olvido.
Mahatma Gandhi
Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell
Ilustración: "Hellride Amber" by Alan Rabinowitz
Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.
La muerte no es más que un sueño y un olvido.
Mahatma Gandhi
Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell
Ilustración: "Hellride Amber" by Alan Rabinowitz
1 comentario:
aca estamos amigo, me quedo echandole un ojo a tu blog.
shhh no digas nada que supuestamente estoy trabajando...
tincho.....
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