Durante la segunda guerra Púnica (219-202 a C), el gran general cartaginés Aníbal devastaba todo en su marcha sobre Roma. Aníbal era conocido por su perspicacia y su ambigüedad, bajo su liderazgo, el ejército de Cartago, aun siendo menos numeroso que el romano, siempre conseguía superarlos.
Sin embargo, en cierta ocasión, los exploradores de Aníbal cometieron un terrible error, llevaron las tropas a un terreno pantanoso, con el mar a sus espaldas. El ejército romano cerco los pasos de montaña que llevaban al interior del país; el general Fabio, estaba optimista, ya que por fin había logrado atrapar a Aníbal, apostó sus mejores centinelas en los pasos y elaboró una estrategia para destruir las fuerzas cartaginesas; pero en medio de la noche, los centinelas vieron un espectáculo lleno de misterios: una enorme procesión de luces trepaba por la montaña, eran miles y miles de luces; si aquello que veían era el ejército de Aníbal, daba la impresión como si de repente se hubiera centuplicado.
Los centinelas discutieron acaloradamente sobre que era todo aquello… ¿sería que el ejército cartaginés había recibido refuerzos desde el mar?, ¿Había tropas ocultas en la zona que no contemplaron?; ¿Eran fantasmas?... Al parecer, ninguna explicación tenía sentido. De pronto, mientras los centinelas romanos observaban y continuaban su discusión, la montaña se colmó de fogatas, al mismo tiempo que un espantoso ruido, como si fuera el resonar de miles de cuernos, llegaba desde el valle. Convencidos que se trataba de demonios, los más valientes y prudentes centinelas del ejército romano, huyeron aterrados abandonando sus posiciones.
Al día siguiente, Aníbal había logrado escapar de aquella trampa y del asedio romano. ¿Cuál había sido su estrategia? Fue muy simple, ordenó que ataran fajos de ramas secas a los cuernos de los bueyes que viajaban con sus tropas como animales de carga y los encendieran; así, iban a dar la impresión de miles de antorchas llevadas por un enorme ejercito que subía por la montaña. Cuando las llamas tocaron la piel de los animales, estos se dispersaron en todas direcciones, mugiendo aterrados e incendiando toda la ladera, logrando estremecer al ejército romano.
La clave del éxito de Aníbal, no estaba en las antorchas ni en las fogatas ni en los ruidos aterrados de los bueyes, sino en que Aníbal creó un enigma con el que capturó la atención de los centinelas romanos y fue aterrándolos poco a poco.
Un consejo: Puedes buscar llamar la atención a cualquier precio, incluso puedes generar temor al hacerlo; pero ten en cuenta que antes de tomar una decisión, debes asegurarte que es la correcta, de lo contrario, lo puedes pagar caro.
Recuerda…
Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.
La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Proverbio árabe
Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell
Sin embargo, en cierta ocasión, los exploradores de Aníbal cometieron un terrible error, llevaron las tropas a un terreno pantanoso, con el mar a sus espaldas. El ejército romano cerco los pasos de montaña que llevaban al interior del país; el general Fabio, estaba optimista, ya que por fin había logrado atrapar a Aníbal, apostó sus mejores centinelas en los pasos y elaboró una estrategia para destruir las fuerzas cartaginesas; pero en medio de la noche, los centinelas vieron un espectáculo lleno de misterios: una enorme procesión de luces trepaba por la montaña, eran miles y miles de luces; si aquello que veían era el ejército de Aníbal, daba la impresión como si de repente se hubiera centuplicado.
Los centinelas discutieron acaloradamente sobre que era todo aquello… ¿sería que el ejército cartaginés había recibido refuerzos desde el mar?, ¿Había tropas ocultas en la zona que no contemplaron?; ¿Eran fantasmas?... Al parecer, ninguna explicación tenía sentido. De pronto, mientras los centinelas romanos observaban y continuaban su discusión, la montaña se colmó de fogatas, al mismo tiempo que un espantoso ruido, como si fuera el resonar de miles de cuernos, llegaba desde el valle. Convencidos que se trataba de demonios, los más valientes y prudentes centinelas del ejército romano, huyeron aterrados abandonando sus posiciones.
Al día siguiente, Aníbal había logrado escapar de aquella trampa y del asedio romano. ¿Cuál había sido su estrategia? Fue muy simple, ordenó que ataran fajos de ramas secas a los cuernos de los bueyes que viajaban con sus tropas como animales de carga y los encendieran; así, iban a dar la impresión de miles de antorchas llevadas por un enorme ejercito que subía por la montaña. Cuando las llamas tocaron la piel de los animales, estos se dispersaron en todas direcciones, mugiendo aterrados e incendiando toda la ladera, logrando estremecer al ejército romano.
La clave del éxito de Aníbal, no estaba en las antorchas ni en las fogatas ni en los ruidos aterrados de los bueyes, sino en que Aníbal creó un enigma con el que capturó la atención de los centinelas romanos y fue aterrándolos poco a poco.
Un consejo: Puedes buscar llamar la atención a cualquier precio, incluso puedes generar temor al hacerlo; pero ten en cuenta que antes de tomar una decisión, debes asegurarte que es la correcta, de lo contrario, lo puedes pagar caro.
Recuerda…
Disfruta el tiempo.
Sé fiel contigo.
Sigue tu camino.
La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Proverbio árabe
Hasta un nuevo encuentro…
Khyronthell
Ilustración: Mattew Stawicki
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